Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar
de Galilea, atravesando la Decápolis.
Allí le llevaron a un sordo, que además de sordo hablaba con bastante dificultad.
Jesús le metió los dedos en sus oidos y mojó su lengua (la del sordo) con su saliva. Lo apartó de la muchedumbre y dirigiendo la mirada al cielo gritó: «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!»
Se abrieron sus oidos y comenzó ha hablar correctamente. Jesús les pidió que no se lo contaran a nadie, pero cuanto más se lo prohibía más lo contaban.
Y todos ellos estaba maravillados de sobremanera
Marcos7 31-37
viernes, 9 de noviembre de 2007
El sordo
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